sábado, 24 de abril de 2010

La última hoja del otoño

Un vendaval arrastrado por cosas vanas…
Se mimetizaba el olor a frambuesa de los campos con tu cuello firme y narciso, pero al final solo quedaba mi ego.
Y entre los aires mas abandonados del mundo, un hombre a caballo subía la colina para predecir el futuro. En ese futuro no estaba. Ella masticaba la idea como un papel de diario y yo sonreía desfasado de mi sombra. Las nubes relajaban el cielo con un paso lento y gris.
El corazón de un héroe muere cuando la princesa esta muerta y no hay historia que le de protagonismo; los héroes son tristes pero de melena larga y rubia, llena del sol de los ocasos.
Para ser el presente hace falta mas que agallas me di cuenta, hace falta querer lo que sea que se quiera. Pero en el medio de la arena estas vos, y el sudor de los gladiadores muertos; yo soy un tigre encadenado que hizo divertir a todo el pueblo de roma.
Puede que confié mas de mi subconsciente que de mi, pero te encontrás en cualquiera de ellos. Un hombre literal, lleno de literalidad. Un hombre asombroso lleno de metáfora. Un amigo precioso lleno de diferencia. Un ego destruido por el amor.
Diez mil futuros en tus brazos de reina.
Un esclavo digno de su prisión. Pero infame en brazos del mundo; inmortal en el corazón la última hoja del otoño, dueña de todo. Mis miedos. Aire infestado.
Tocaste un poro en la piel que dejo a cualquier muerto, muerto en mi memoria.
Ahora… solo queda respirar el aire que baja de las montañas, el aire que arde en los pulmones. Hasta tu suspiro, mi último suspiro.

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