martes, 12 de mayo de 2009

Y yo amaba verlas morir

Era siempre rondando las doce de a noche, después de reírnos sin sentido, cuando el perfume ya no se nota tanto. Apuntaba telescopicamente a sus ojos para encontrar donde ardían mas rápido, y yo volviéndome idiota como si un osito de peluche pidiera perdón por una disfunción eréctil. Era la mística, eran sus miradas perdidas, era la muerte fría lejos encargándose de los ancianos, regalándome un incendio endorfínico en los pulmones; la verdad estaba ahí. El fin y el Apocalipsis en una orgia inteligente, para un nene como yo. Entonces quedaba la estrategia para, mediante un calculo sensible, mostrarle el momento de paz inalcanzable -producto de mi alucinación con jugo y miga de pan mezclados en mi boca- y regalárselo en sus manos aunque solo seas un bebe que escapo del corral. Se movía la suerte en el aire, creía en eso como en los anillos de saturno, pero sin saber que eran piedras gigantes y violentas que solo regodean un planeta muerto y estéril; bailaba rezando, esperando que el sudor nos mostrara impuros y calientes, jugando a la estupidez, vacíos, hermosamente vacíos.
Ví a mi conciencia enamorarse del miedo, la vi a ella, ella no vio a nadie; y ahí desterraba hasta los muertos. Era otra constelación la que la tenía tan lejos; era mi vergüenza desbordando como agua por todos los orificios de mi cuerpo hasta que mi remera y mis jeans mojados me dieran tanto frío que no pudiera hacerme sentir mas que vivo.
Su YO vivo en otra parte y mas lejos de mi que nunca, dibujándose a la velocidad de la luz por las manos del puto Zeus, haciéndola mas blanca aun y mas triste. Porque el tiempo se la llevaba. Se avecinaban muertes, lágrimas, elecciones, sexo, soledad, lluvia, orgullo, mierda mágica, posibilidades, madurez , trabajo, odio y estupidez, simpatía y mediocridad… todas me dejaban afuera. Por eso amaba verla morir, porque era un sueño, era de otros, de otro tiempo, era la muerte besándome hasta dejarme recubierto de esperma y reconciliándome con lo inevitable. Porque era mi creación. Ni el puto Dios sabría crearla tan bien y sacármela como yo solo puedo.
Ni Sheakespere ni los frikis japoneses habrán amado de igual manera, ni los sufis puedieron tener un viaje lisérgico y mundano como el mío al verlas morir.
Así nace el cosmos y nacen los minotauros y también las vacaciones. Para morir de envidia de uno mismo, y extrañar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"No sé cómo. Las pierdo". Te preguntaste y te castigaste sentado en el cordón de Boedo. Ya lo venías pensando desde antes.